El Mes de la Historia LGBTQ+ (octubre) es una celebración anual que celebra los hitos, los impactos y las contribuciones invaluables realizadas por la comunidad LGBTQ+. En honor al mes, Ronald Bayer, asociado de Blue Yonder, reflexiona sobre sus experiencias y cómo las perspectivas de la comunidad cambiaron con el tiempo.
Durante gran parte de mi vida, ser abiertamente gay no sólo fue difícil: parecía imposible. Al crecer en Alemania del Este, donde reinaban el control estatal y la conformidad social, no había espacio para la diversidad, ningún lugar seguro para alguien como yo. A principios de la década de 1980, en la mayor parte de Europa —especialmente detrás de la Cortina de Hierro— ser LGBTQ+ era un tabú, algo oculto y a menudo condenado. El clima político y cultural silenció a personas como yo y retrasó mi salida del clóset hasta mucho más tarde en la vida.
Mientras crecí en ese entorno, era casi impensable vivir abiertamente. Seguí las reglas no escritas de lo que se consideraba una vida “normal”: me casé, tuve hijos y traté de enterrar la parte de mí que temía que nunca fuera aceptada. Viví con ese peso durante años.
Pero algo inesperado empezó a agitar en Alemania del Este a finales de los años 80. El país fue testigo de un sorprendente y poderoso movimiento por los derechos LGBTQ+, que incluso obtuvo el reconocimiento del gobierno. Fue en esa época que se estrenó la innovadora película “Coming Out”, la primera película con temas y representación LGBTQ+ producida en Alemania del Este. Verlo cambió algo en mí. Por primera vez vi mis propios sentimientos reflejados en la pantalla, no como una enfermedad, sino como algo humano y válido.
Aun así, pasarían muchos años más antes de que tuviera el coraje de salir del clóset completamente: ante mi familia, ante mis colegas, ante mí mismo. Las perspectivas de la comunidad comenzaron a cambiar y las leyes poco a poco se fueron poniendo al día con la idea de igualdad. Pero las tradiciones profundamente arraigadas de la sociedad eran una barrera más difícil de romper. A pesar de que las leyes cambiaron, las mentes y los corazones tardaron más en seguirlas.
Entonces, como un tren de alta velocidad, el mundo comenzó a cambiar. La aceptación se convirtió en un valor central en países de todo el mundo occidental y más allá. Sabía que tenía que ser parte de este viaje. Encontré mi asiento y transformó mi vida. Me abrí a la gente que me rodeaba. Y para mi sorpresa, no me encontré con un juicio, sino con amor. Mis hijos, mi familia, mis colegas y mis colegas de trabajo me aceptaron tal como soy. Vieron a un hombre más feliz, más genuino, finalmente libre de la carga que llevó durante décadas.
Me sentí orgulloso. Alegre. Energizado por un futuro que parecía brillante y lleno de promesas.
Sin embargo, parece que en los últimos años ese tren comenzó a disminuir la velocidad y en su lugar se encontró con un preocupante resurgimiento de la intolerancia y el miedo. El progreso que alcanzamos parece cada vez más frágil. Los afiliados a la comunidad LGBTQ+ pueden volver a sentir como si tuvieran que justificar su derecho a existir sin miedo ni vergüenza.
Durante mi estancia en Chicago, participé activamente en organizaciones LGBTQ+ como el Coro de Hombres Gay de Chicago y varios grupos deportivos inclusivos. Aquellos años estuvieron llenos de celebración, unidad y la alegría de finalmente ser vistos. Pero también fui testigo del cambio gradual: de la celebración a la resistencia. Ahora, mientras comienzo un nuevo capítulo en Milán, estoy orgulloso de seguir apoyando a organizaciones como el Coro Checcoro, GateVolley y el Grupo de Impacto Empresarial LGBTQ+ de mi compañía, BYourself.
El cambio que experimentó la comunidad LGBTQ+ refuerza que, lamentablemente, nuestro lugar en la sociedad no es algo dado: es algo que debemos proteger y cuidar. Hago un llamado a todos los aliados, afiliados a la comunidad y defensores: no dejen que el tren se detenga. Ayúdalo a alimentarlo nuevamente. Porque una realidad próspera y justa no es sólo un sueño: es una responsabilidad que todos compartimos.
Sigamos adelante.